capitulo XVI (1)
XVI
6 de abril de 1826
ROMASANTA TIENE 16 AÑOS
SOUTELO
OURENSE.
1
“Querida Luisa, por la presente te comunico
que todos nos encontramos bien, gracias a Dios. Ricardo pronto partirá para
Verín y a encontrarse con Tomás y Juan y desde allí buscarán trabajo para la
siega a ver si hay suerte y este año no tienen que arrojar las piedras al
milladoiro. Francisca ya es una moza hermosa que pronto estará en edad de
merecer pero no hay mozo aun para rapaza tan bella y hermosa...”
-¿Ha dicho usted animosa?
Manuel estaba escribiendo una carta dictada
por la madre de Francisca para que su padre, Ricardo la llevara a su tía Juana
que vivía en Verin.
Romasanta era ya un joven muy amable con
todos los vecinos, tanto de Sotuelo como los de Regueiro. En invierno ayudaba
al cura, cosía por encargo para las gentes de las aldeas. Hacía trabajos de
sastrería aquí y allá y se ofrecía para cualquier tarea que se le propusiera.
En verano salía a la siega con algunos paisanos de la aldea. No era para él un
trabajo agradable y prefería salir tarde y volver pronto aunque los jornales
que ganaba ayudaban mucho a la pobre economía familiar.
Lo bueno de no ser analfabeto era que
escribía y leía cartas de los vecinos de aldea en aldea y así conocía las cosas
de las gentes. Entraba en sus casas, se ganaba su confianza y de este modo,
entre todos le ayudaban a quedarse a trabajar en su pueblo mas tiempo cada
verano.
Y es que lo peor que llevaba en verano era
separarse de Francisca. Manuel estaba enamorado de la bella joven y dejar de
verla durante unas semanas era para él un suplicio insoportable.
-¡He dicho”hermosa”-espetó la madre de su amada haciéndole salir
de sus pensamientos.
-“...Rapaza tan bella y hermosa”-y vaya que si era hermosa. El problema era
que, primero era casi un año y medio mayor que él y que no se atrevía de
ninguna de las maneras a decirle cuanto la amaba, cuanto deseaba estrecharla
entre sus brazos y sentir su vida a través de su cuerpo, notar sus latidos
desde su pecho y fundirse con ella en ese vinculo que une a los verdaderos
enamorados para una vida entera.
Francisca era la chica
inalcanzable. No había manera de que ella sintiera algo por él, (o al menos así
pensaba Romasanta en aquel momento) y lo mas sensato era olvidarse de ella
cuanto antes.
Pero era imposible.
Manuel era capaz de ver el
rostro de la muchacha en cualquier sitio: si veía a una vieja desdentada, en
vez de ver la cara de la anciana lo que veía era el rostro de Francisca. Cuando
veía a Manuel Ferreiro (que visitaba a la familia Blanco Romasanta demasiado a
menudo), en vez de ver el gordo buhonero, lo que contemplaba era el rostro de
la bellísima muchacha.
Don Valentín le había
prestado un libro muy antiguo en el que explicaba que “el mal del amor es una
de las peores enfermedades que existen. Al parecer, el joven que la padece, es
incapaz de ver la realidad tal y como es y puede ver a personas bellas como
auténticos demonios y pasar por alto cualquier defecto de la persona amada como
un grano, un lunar o cualquier pequeña imperfección que puede aparecer de
pronto años después una vez que el enfermo está curado o ya padece el mal de
forma menor”.
“¡Sandeces!”, pensaba
Manuel. Francisca era el ser mas bello que había visto en su corta vida.
Algunos decían que era menudilla pero Manuel no lo veía así. Ambos tenían la misma
estatura, corta, pero la misma estatura. Francisca era bella, de una belleza
natural, sincera, propia de las personas que se hacen querer al primer
instante. Lucía una sonrisa luminosa, radiante, de esas que te hacen olvidar
cualquier problema, compromiso, lugar, o cualquier cosa que tuvieras a tu
alrededor. La sonrisa de Francisca era capaz de llenar por completo la vida de
Manuel Blanco Romasanta haciendo que no existiera nada mas en el mundo.
Sintió súbitamente como si
un tronco le hubiese golpeado la nuca. En realidad se trataba de Genara que
estaba trayendo a Manuel de nuevo a la realidad con un ligero cachete en la
parte trasera de la cabeza.
-¿QUIERES SEGUIR ESCRIBIENDO “CANICHA”?
El mundo explotó para Manuel
Blanco. Francisca desapareció fulminantemente y desgraciadamente, al mirar el
rostro de Genara Vazquez, madre de Francisca Gómez Vázquez, Romasanta vio el
rostro de Genara Vazquez, madre de Francisca Gómez Vázquez.
Terminó la carta
despistándose por la joven que entraba y salía de la estancia constantemente.
-¿Ya?-preguntó Romasanta en el momento en el
que Genara dictó “Siempre tuya, Genara”.
-¡Claro que ya! Anda, dame la carta. Ricardo,
no la olvides.
-Descuida mujer-respondió el marido.
Ricardo, el padre de
Francisca era un hombre con muy poca personalidad. Era bajito, con el pelo
recortado como a bocados y un bigote asimétrico sobre una perenne barba de
varios días. Vestía con la misma ropa durante casi todo el verano y sus mudas
invernales tampoco eran muy abundantes. Hacía siempre lo que le mandaba su
mujer, fuera lo que fuera. Contaban en la aldea que durante una riña familiar
en la nochevieja del año 1813, Ricardo, seguramente envalentonado por los
vapores del vino, se encaró con su mujer y le reprochó que nunca le dejaba
decidir nada. Genara le propino tal paliza, animada seguramente también por los
vapores del vino, que el pobre hombre pasó medio mes de enero en cama y sin
poder salir de la casa. El resto del mes, las gentes del lugar se horrorizaban
al ver el rostro del desgraciado que, según él mismo confirmaba, había estado
mucho peor.
-¡Madre! Me voy a ver al cura...- cortó
Francisca de repente mientas se dirigía a la puerta de la calle.
-¡QUE NO ME ENTERE YO QUE VAS A VER A
CUALQUIER RAPAZ!
-¡No madre! Descuide.
Manuel salió detrás de la
joven como alma que lleva el diablo aludiendo que aun tenía que ir a casa de la
Luisa leerle una carta de su hermana de Xinzo.
-¡ESTE RAPAZ SALE DETRÁS DE NUESTRA NIÑA,
RICARDO! ¡Y EL DIA QUE LO AGARRE LE VOY A QUITAR LAS GANAS DE RONDAR A NESTRA
RAPAZIÑA!
-Deja a los niños, que son jóvenes y parece
que hay algo entre ellos. Ya ves que ni Francisca va a ver al cura, ¡Al cura
dice! Ni el escriba va a ver a nadie más que no sea nuestra filla.
-¿Y QUE QUIERES DECIR BONECA? ¿ME DICES QUE TE
PARECE BIEN QUE EL PEQUEÑO DE REGUEIRO RONDE NUESTRA NENA?
-¡No, mujer no! ¡Claro que
no! Solo quería decir que...
-¿QUÉ?
-¡Nada mujer, nada! ¡No
quería decir nada!
-¡MEJOR ASI!
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