SECUNDARIOS: MANUEL FERREIRO
Secundarios:
Manuel Ferreiro
Curioso
personaje este Ferreiro. Cuando ya tenía escritos todos los resúmenes de los
capítulos de la primera parte, de Manuel Ferreiro solo había leído un par de
líneas. Provienen de un documento que encontré en Internet y que fue el que me
animó a escribir la historia del buhonero gallego. Lo que decía sobre Ferreiro
era esto: “También hay sospechas de que en 1834, el año en que quedó viudo,
(Romasanta) mató a Manuel Ferreiro, un vendedor ambulante de Xinzo da
CostaViladecás-Maceda, con el que viajó a Portugal. Ni una palabra más.
En
la información que utilicé posteriormente para redactar este libro, no había en
ningún documente referencia alguna a este supuesto buhonero. Imaginé que como
lo único que nos quedaba de aquel hombre eran su nombre y apellido, su oficio y
la certeza de que coincidió con Manuel Blanco Romasanta, podía moldearlo y
utilizarlo como me diera la gana. Y así lo hice. La verdad es que creo que es
el personaje mejor aprovechado de la novela. En primer lugar, es el que enseña
a Romasanta el oficio de vendedor ambulante. También, y por su carácter de fanfarrón,
mentiroso, ladrón y asusta viejas, Romasanta se vuelve incrédulo ante las
historias sobrenaturales que se cuentan en Galicia como la Santa Compaña, los
Vougos, las meigas y, cómo no, los lobisomes. Ferreiro también es que enseña a
Manuel Blanco a manejar los cuchillos para extraer las grasas de sus víctimas.
De hecho, las cuchillas, navajas y tajaderas que Romasanta utiliza durante toda
la novela provienen de un estuche, “heredado” precisamente de Manuel Ferreiro.
El
de Xinzo da Costa también es el que pone en contacto a Romasanta con los
misteriosos Don Genaro y Antonio. Yo siempre he pensado que estos personajes no
existieron realmente. Y sigo pensando así. Sin embargo son necesarios como
personajes y al final he acabado utilizándolos. El que sí existió realmente fue
el tendero leonés Miguel Sardo y ¿Quién pone en contacto a Romasanta y a Miguel
Sardo? ¡Correcto! Manuel Ferreiro. Recordad que fue la deuda de seiscientos
reales que Romasanta le debía al tal Sardo lo que llevó al asesinato del
alguacil de León Vicente Fernández.
De
modo que, un personaje mencionado en un par de líneas de un documento, fue el
que me sirvió para poner sobre el tablero todas las piezas necesarias para el
desarrollo de la historia (real) de Manuel Blanco Romasanta, el Hombre Lobo de
Allariz. Comprenderéis que llegue a cogerle cierto cariño al actor que yo mismo
había creado así que me dio un poco de pena cuando finalmente tuvo que morir a
manos de O do Unto. Veréis, escuché hace unos días que la famosa escritora
María Dueñas, reconocía en una entrevista que no escribía pensando en que su
novela será finalmente llevada al cine o a la televisión. Normal, como ya sabe
que su obra acabará siendo una película o una serie y que un equipo de
excelentes guionistas acabará haciendo una adaptación que atraerá a miles y
miles de espectadores, pues no se preocupa si tal o tal escena se verá bien en
pantalla. Tampoco escribe un personaje pensando que este lo podría interpretar
tal o tal actor.
Pues
yo sí que lo hago. Como yo tengo la
certeza de que mi novela, esta que saldrá en menos de tres meses, no se va a
adaptar al cine o a la televisión, pues me gusta soñar con los actores que me encantaría
ver en la hipotética adaptación de mi obra. Así, reconozco que me encantaría
ver a Javier Gutiérrez interpretando al protagonista de la historia o a Carlos
Iglesias en el papel de Luis García Blanco. ¿Y qué tal Elena Castañeda en el
papel de Manuela García Blanco? ¿Y María Castro en el de Antonia Rúa? Estoy
soñando, así que no me pongo límites.
No
sé si os he contado alguna vez que, a principio de los noventa, estudié arte dramático
en una escuela de Madrid donde algunas de las figuras del panorama cinematográfico
actual también han estudiado. Como ejemplo, os puedo decir que fui compañero de
clase de Raúl Cano, de Elena Castañeda y también de Quiliano Fernández, un
agradable jubilado que después de sus estudios de arte dramático trabajó en
series como Médico de Familia y en un buen puñado de anuncios. Así que, a mí también
me gustaría asignarme un papel en la imaginaria producción de “Romasaanta, La
Leyenda del Hombre Lobo”. Y como el que
sueña soy yo, pues me pido ¿cómo no? El de Manuel Ferreiro.
P.D.
He de reconocer que, un poco antes de terminar de escribir el libro, recibí de
Antonio Roma, uno de los organizadores de las “Jornadas Blanco Romasanta” que
todos los años tienen lugar en Allariz, un facsímil de una reseña del juicio de
Romasanta, presumiblemente escrita por Manuel Rúa Figueroa, uno de los abogados
de Blanco Romasanta. En esta reseña, se menciona, porque también se hizo en el
juicio real, las sospechas de que Romasanta había asesinado a Ferreiro en 1834.
Al parecer, estaba casado y tenía una hija. Y tampoco se cuenta mucho más.
Así
que no hay forma de saber quien fue realmente Manuel Ferreiro ni si fue
asesinado o no por Romasanta. Aun así, después de casi doscientos años, si la
voz popular hubiese contado cómo fue en realidad aquel gallego, es casi seguro
que entre lo que uno pone y el otro quita, lo que hoy en día nos hubiera
quedado del relato de su vida, poco o nada tendría que ver con la realidad de
los hechos.
Un
poco como lo que finalmente he hecho yo con Manuel Ferreiro.
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