MISTER PHILLIPS
Estimado Lector,
Aqui os dejo un extracto del capítulo dónde se presenta a Mister Phillips:
6 DE JULIO DE 1853
TANGER – MARRUECOS
Joseph Pierre Durand de Gros hizo una
mueca al abrir los ojos. Tuvo que frotárselos varias veces hasta que finalmente
pudo habituarlos a la deslumbrante luz del sol de Marruecos. La habitación del médico
científico era grande luminosa, lujosa como el palacio de la Kasbah. La verdad
es que todas las viviendas de todos los occidentales afincados en Tánger tenían
las mismas características contrastando con las viviendas más humildes de barro
y paja de los auténticos tangerinos.
Mimoun, uno de sus sirvientes ataviados
con su chilaba blanca bordada y su típico gorrito rojo, acababa de abrir las
persianas y los enormes cortinones obedeciendo a la orden que el propio Joseph
le había dado la tarde anterior: no dejarle dormir más allá de las doce. El
hombre apartó las sabanas para comprobar que, un día más, tenía su desayuno
encima de la mesa redonda de cristal que presidía la habitación con tres
butacones árabes incrustados en perlas y baratijas de varios colores. Al menú,
un sabroso té con dulces de miel y canela, fruta variada, pasas y nueces
completando los olores típicos del comino, la cúrcuma y el laurel de los
cocineros callejeros que se apostaban cerca del mercado a dos calles de allí.
Los sonidos de los ruidosos y escandalosos marroquíes mezclándose con el melancólico
cantar de los imanes de las mezquitas, animaron a Joseph a saltar de la enorme cama
directamente a la mesa donde le esperaba su delicioso y completo tentempié. A
Joseph le gustaba aquella ciudad. Era mucho más luminosa que Paris o que Groz,
el pequeño pueblo cerca de Rodez de donde era nativo y que no había vuelto a
pisar desde su adolescencia. Pero lo que más le gustaba a Joseph de Tanger era
su pluralidad. La ciudad atraía cada año a más habitantes del continente que en
poco tiempo habían formado una pequeña comunidad que coincidía en las tertulias
de las tabernas, en las recepciones de los más adinerados y en los teatros
dónde se representaban los mejores espectáculos que venían de las importantes
capitales europeas.
Pero la representación que había
congregado a toda la nobleza de la ciudad la noche anterior, en el gran teatro
de Tanger no venía de ninguna cantante alemana o de una compañía teatral
italiana sino de uno de los ilustres habitantes de la ciudad: Joseph Pierre
Durand de Gros, él mismo. Aun con todo, nadie en la ciudad le conocía por ese
nombre ni por su profesión que era la de fisiólogo y filosofo. El joven Joseph
tuvo que exiliarse de Paris por unas rivalidades con sus colegas franceses a
cuenta de sus teorías sobre el electrodinamismo vital y sobre las relaciones
fisiológicas entre el espíritu y la materia y también, porqué no reconocerlo,
por una aventura amorosa con la mujer de un famoso catedrático muy cercano a un
ministro de la republica. Siguiendo el consejo de un buen amigo, el pintor
Eugene Delacroix que pasaba grandes temporadas en Marruecos, Joseph Durand se
instaló en Tanger con el sobrenombre de Mister Phillips donde sus
investigaciones sobre electro biología e hipnotismo se veían con menos recelo.
Sin embargo, el científico tenía un medio de ganarse la vida que distaba mucho
de los experimentos de laboratorio y gabinete. Mister Phillips se ganaba la
vida con un espectáculo de hipnosis que le llevaba a viajar por muchas de las
ciudades europeas.
−¡Mire Sahib! –dijo el sirviente
mostrando el periódico Akhbar de aquella mañana− Hablan de su espectáculo de
anoche en un artículo muy largo.
−¿De verdad? –dijo Joseph divertido
mientras él mismo rebuscaba entre varios periódicos de todas las capitales
europeas− ¿Y qué dice?
−Dice: “El público abarrotó la Gran Sala
de la calle Estado Mayor manifestando su simpatía y admiración por el electro
biólogo conocido como Mister Phillips. El genial científico no defraudó a l
respetable ofreciendo un espectáculo que transmitía alternativamente la
sorpresa, el terror y la alegría.
Joseph escuchaba satisfecho mientras
degustaba unas deliciosas pasas. La verdad es que se había ganado el aprecio de
un gran número de colectivos de la ciudad y reconocía que el atractivo de su
show era la sorprendente aplicación de sus teorías científicas, aunque eso, ni
nadie lo sabía ni a nadie le importaba. Lo cierto era que en aquellos últimos
dos años, había viajado a Milán, a Marsella, a Tours, a Berlín, a Roma, a
Londres y finalmente a Madrid un par de meses antes donde había obtenido un
éxito sin parangón, actuado incluso para la Reina Isabel II que le había
mostrado personalmente su admiración.
−“El Sr.Phillips practica la ciencia a
la manera de Cristóbal Colon, convencido solo, desde luego, pero arrancando a
los demás la confesión del éxito, cuando la rama del árbol fluctuante vine al
fin a revelar un nuevo mundo.”
El científico perdió muy pronto el hilo
de lo que su sirviente le estaba leyendo fijándose exclusivamente en las
noticias que venían de su viejo continente al tiempo que disfrutaba de su té
sorbo a sorbo.
−“Un joven conocido de Argel cuyas
iniciales corresponden a M.M. de unos diecinueve años accedió a someterse a las
pruebas del misterioso doctor, con el fin de desenmascararle delante de la
multitud. Era menester ver como relumbraba su car inteligente, cuando una
experiencia salía mal, pues las primeras tentativas del profesor se estrellaban
contra esta juvenil y enérgica voluntad. A la segunda prueba, el joven resistía
poco y acababa por obedecer. Este combate moral entre dos voluntades estaba
lleno de interés y el éxito del doctor fue franco y verdadero. Lo primero que
experimentó el joven fue que no pudiendo abrir ni cerrar la boca acudió a las
manos para menear las quijadas, a las que quedaron pegadas las referidas manos
por voluntad del profesor. Cosa extraña fue cuando el joven parecía buscar
otras manos para despegar las suyas. Obrando el señor Philips sobre la memoria,
le hizo olvidar su nombre y enseguida, la primera letra del alfabeto. Se le
preguntó por la segunda letra del alfabeto y dijo que la B pero al preguntarle
pro la primera el joven no supo que contestar.
Joseph sonrió al escuchar aquella parte
del relato. El público en aquel momento aun no sabía lo que venía a
continuación.
−“Le dieron un junco diciéndole que era
una serpiente. El muchacho la rechazó y la pisoteó con el pie. Trajeron un vaso
de agua diciendo que era champagne. “No, dijo el sujeto, es agua”. El señor
Phillips le mira fijamente y le contesta con energía: “No, es champagne”. El
sujeto bebe y esta vez le parece delicioso el pretendido Sillery”. Después de
varios experimentos con el desdichado, el profesor convence al joven que es
ajusticiado por un pelotón de ejecución. El muchacho cae muerto en el escenario
ante el asombro del público. Instantáneamente, Mister Phillips le resucita para
hacerle creer que es un perro rabioso. El joven cae a cuatro patas y muestra
sus dientes y un fino hilo de baba que le cae de la comisura de los labios. Más
tarde, se le convence que es un lobo y el muchacho aúlla a dónde el profesor le
dice ue está la luna. Una vez convertido de nuevo en humano, el señor Phillips
convence al sujeto que tiene una mano de madera, que es Julio Cesar y que hay n
fuerte olor a amoniaco ante lo que el joven responde con una actitud asombrosa
y extraordinaria. El público se deshizo en aplausos…”
−¡Para! –cortó de repente Joseph.
−¿Qué ocurre sahib? ¿He dicho algo
inoportuno?
−¡No puede ser! –exclamó mientras
mantenía la mirada fija en un periódico barcelonés.
−Así es como lo relata este periódico.
−No, no me refiero a eso. ¡Mira! –tendió
el rotativo a su amigo que meneo la cabeza al no entender el idioma de la
publicación− Aquí pone que Manuel Blanco Romasanta ha sido condenado a muerte.
Desde su visita a Toledo, unos meses
antes, el científico francés no había dejado de adquirir artículos y
publicaciones sobre aquel extraño personaje. Su teoría era que Blanco Romasanta
no era dueño de sus actos. Tampoco se creía aquella patraña de la maldición que
le convertía en hombre lobo, pero sí estaba convencido que su mente estaba
bloqueada por un agente electro biológico que le obligaba a acometer aquellos
crímenes sin ser consciente de lo que estaba realmente haciendo. En una ocasión
había soñado con la posibilidad de trabajar con Blanco Romasanta para demostrar
la veracidad de sus teorías y para ser el protagonista de la primera cura de
monomanía a través de la hipnosis.
−¿Y quién es Manuel Blanco Romasanta?
−Este hombre, Mimoun, es el que me iba a
permitir volver a Paris con todos los honores. Es con quien pretendía acallar
la boca a todos aquellos estúpidos y acomodados mezcladores de vino que me
echaron de Francia por envidia. Este hombre era el que me iba a dejar demostrar
la relación entre la psique y la materia.
−Pero aquí pone que está condenado a
muerte.
−Porque estos simples y necios españoles
no saben ver más allá del mero comportamiento humano, porque no son capaces de
ver los increíbles logros que se pueden conseguir manipulando la mente humana.
Imagínate un mundo sin maldad, sin envidia, un mundo sin criminales ni
ladrones. Todo esto puede ser real si consigo demostrar que es posible obrarlo
con una de las mentes más perversas y malvadas que se haya conocido, y estos
lerdos van y lo condenan a muerte.
−¡Vaya! –dijo simplemente el sirviente
sin mucho interés− De todas formas, ya no hay mucho que podamos hacer al
respecto.
−Si que se puede hacer algo –dijo con
determinación−. Vamos a escribir una carta.
−¿Una carta? ¿A quién?
−Vamos a escribir a una reina.
Comentarios
Publicar un comentario